En algún momento, todos hemos tenido que buscar por
tierra, mar y aire para encontrar el cargador del móvil que recordábamos
haber dejado en el cajón del escritorio, las gafas que habíamos
colocado en la mesa del salón o las llaves que pensábamos que estaban en
el bolso.
En lo que respecta al correo eletrónico,
ocurre algo parecido. Muchos también nos hemos vuelto locos tratando de
localizar aquel email que nos mandó en su día la aerolínea con los
billetes para las vacaciones o los amenazantes correos con las facturas
de la luz y el teléfono.
Todo sería más fácil si
fuéramos capaces de organizar los mensajes ya leídos: borrar los
innecesarios y mantener aquellos que resultan de especial importancia (a
ser posible, etiquetados). Para algunos, ordenar y acumular correos puede suponer un problema. Hablamos del trastorno de acumulación compulsiva y del síndrome de Diógenes, ambos en su versión digital.
Nuestro correo no convive con la basura y el polvo, y lleva bastante
tiempo ocupar todo el espacio disponible de forma gratuita. Sin embargo,
la incapacidad de borrar un mensaje antiguo y la obsesión por tenerlos
ordenados nos pueden llevar a padecer estas psicopatologías.
“Aunque todavía no está reconocido como una psicopatología, se trataría
de un tipo especial de síndrome de Diógenes, propiciado por la extensión
de las nuevas tecnologías en las tareas diarias” Y en cuanto al trastorno de acumulación compulsiva, “los objetos de
acumulación no son físicos, luego no ocuparían la vivienda de la
persona, sino más bien el disco duro, las bandejas de email o su cuenta
en la nube”.
“Lo que se valora es la conducta en general, no sólo si almacena
emails, sino si no puede borrar ningún correo recibido o si no puede
discriminar entre qué información es útil y cuál no. Películas,
artículos, PDF, fotos, etc.”
No todo el mundo que almacena cantidades ingentes de correos tiene este tipo de problemas.
Según los expertos, la ansiedad juega un papel importante. Si en las
versiones offline de dichas patologías las personas suelen presentar
signos de demencia – en el caso del síndrome de Diógenes - o una
conducta ansiosa u obsesiva, resulta más probable que se dé también en
el online.
Aún así, “no hay todavía estudios de casos
suficientes para comparar y marcar similitudes y diferencias. El
problema aquí es ver si hay o no algún sistema para encontrar la
información o si la persona controla mínimamente qué material tiene en
su PC”, señala Ferrari.
“Una persona que acumula en
la vida real tendería también a hacerlo en la vida digital, y no
viceversa, pero es sólo una hipótesis”.
“Todos solemos guardar las fotos de viajes, los vídeos más graciosos o
la música más escuchada, pero en el comportamiento patológico del
trastorno de acumulación compulsiva digital se guarda todo, eso sí,
ordenado y clasificado”
En cuanto al síndrome de Diógenes, que conlleva que los
pacientes – en general, ancianos -, vivan en condiciones pésimas de
higiene, “no parece que en el mundo digital se pueda producir ese
deterioro nocivo, aunque sí puede darse el caso de que la persona sature
el servidor o el disco duro de su empresa si sufre este síndrome”.
En estos casos, el tratamiento se basa, simplemente, en que las personas aprendan a manejar las herramientas digitales, en concreto el correo.
“Si todos los destacamos, al final no nos servirá para saber qué es
importante y qué no. Igualmente, si no abrimos los emails y estos se
acumulan, perderemos la utilidad de la herramienta, porque no nos
servirá para lo que está diseñado: servir de vía de comunicación”.
20.530, 433, 103.456 emails... Más alta o más baja la cifra de correos
sin leer, tampoco hay que preocuparse demasiado.