6.2.13

24 horas de viaje para llegar al paraiso

La  primera semana del año en Caracas es solitaria y son muchos los negocios y restaurantes que están cerrados. Para colmo, el siguiente día domingo, yo cumplía añitos (sesenta y unitos). O sea que no sabía qué hacer con esos días porque se me iban a hacer laaaargos y tediosos. 

Recordé que hace años, y en reiteradas ocasiones, tenía como materia pendiente visitar el delta. El Delta del Orinoco, o sea al Estado Delta Amacuro. 

Los días festivos aquí, son un trauma para el transporte, pues las líneas de buses se colapsan por tanto pasajero. Yo pensé que, quizás como era después del fin de año no iba a encontrar barullo, pero si bien, no encontré barullo, tampoco hallé autobús. Solo conseguí pasaje hasta Maturín, aunque eso sí, con descuento por la edad. 

Salí en el bus de las 7 pm (19 hs.)

Llegamos de madrugada y aunque Tucupita está como a dos horas, lo carraos de línea no salen, sino tienen los cinco puestos ocupados. Así debimos espera al amanecer del día cuatro, para poder partir con sobreprecio en el pasaje por ser “días festivos” y sin aire acondicionado, aunque podías tomar todo el aire que quisieras del que entraba por las ventanillas. 

Para mayores, el carro (una cacharrita, más o menos bien conservada), se le partieron tres espárragos de la rueda delantera derecha, por cierto del lado donde yo iba, pero con cautela, aun así llegamos, y sin mayor retardo. 

El paisaje, es cosa aparte. Son unas bellas praderas con pocas ondulaciones y optimas para el ganado. 
Hay dos árboles, que no son del lugar, son extranjeros y que se han dado muy bien en el aquí. Uno de ellos, el sabroso mango, que da unos frutos dulces como la miel. 

Este fue sembrado por los misioneros capuchinos, durante los años de la conquista y se dispersaron por todo el país. El mango vino de la India, país también tropical. 

Pero el otro, parece de ficción… ¡Es el pino!, un árbol, que se relaciona con los paisajes nórdicos y polares. 

Un árbol que uno espera ver en tarjetas con paisajes totalmente nevados con San Nicolás (Papa Noel), unos renos y unas letritas rojas que casi siempre ponen: “Jo, Jo, Jo… ¡Feliz Navidad!” 

Pero aquí que no ha nevado nunca, (o por lo menos, no ha nevado desde antes de los dinosaurios) pues es curioso verlos. Y sobretodo, verlos que se den también. 

Pero… ¿De dónde salieron? Y sobre todo; ¿Por qué se dan también bajo un Sol Tropical, que a veces y casi siempre es achicharronarte? 

"Pinus caribaea, el pino macho, es una especie de pino nativo de México, Centroamérica, Cuba, Bahamas, Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Islas Turcas y Caicos y Puerto Rico. 
  La especie tiene tres variedades, una muy distinta y tratada como una especie separada por algunos autores: 
   1--Pinus caribaea – endémica del oeste de Cuba (provincia de Pinar del Río y la isla de la Juventud, antes llamada Isla de Pinos por su abundancia). Esta variedad es clasificada como en estado de conservación vulnerable en la Lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. 
   2.- Pinus caribaea. bahamensis (Grisebach) W.H.Barrett & Golfari – pino Bahamas. Endémica de Bahamas y de islas Turcas y Caicos. 3.- Pinus caribaea . hondurensis (Sénéclauze) W.H.Barrett & Golfari – pino de Honduras. Nativa de Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, y el estado de Quintana Roo de México. Aunque la especie como un todo no está amenazada, la variedad típica de Cuba marcadamente declina debido a la deforestación y está considerada como especie vulnerable por la IUCN, en la actualidad existen planes para su recuperación." Wikipedia 

Hace años fueron traídos y trasplantados por la universidad a la Reserva Forestal de Uverito, o Bosque de Pinos de Uverito, que anterior a eso era un “peladero”,  donde no se daba ni la yerba. 

Han hecho un ecosistema propio que ha resultado un clima más fresco, así como ha creado un habita ideal para la fauna y otros tipos de floras, además de la del pino. 

Es frecuente verlos en el Estado Monagas, donde han sido trasplantados y sembrados en líneas para amortizar el choque de los vientos que con furia golpean la región. 

Allí, hombro con hombro comparten el paisaje vegetal con otras especies nativas como lo son el plátano y la palma Moriche. 

  Pero en El Delta no hay ni pinos, ni mangos y pocos plátanos, pero si abundantes palmas moriches y plantas de ocumo. 

En su momento, les digo el porqué. 

 Puse pie en Tucupita a eso de media mañana. 

Comí un par de empanadas. Me fui a conocer una de la principales arterias de transito, que pasando por un lado de IMPARQUES, me llevo a una bomba (gasolinera), casualmente es la principal de Tucupita y de ahí al Paseo Manamo, que es de donde parten las lanchas de  carga y pasajeros. 

Llegue por el extremo donde parten los Waraos con sus lanchas; tome unas pocas fotos y ya me iba.

Había visto una cúpula de una iglesia cercana y pensé que había una plaza, donde preguntar por albergue.

Cuando de repente se apareció Robín José (Robinson), que me había confundido con un turista, seguramente por mi fisonomía.

Le explique quien era yo y si sabía de un albergue. Pero antes conversamos y le ofrecí compartir donde él pudiera ofrecer sus servicios, pues él hace de guía de turismo, si bien a cuenta propia. También me dio un teléfono y quede en llamarlo cuando yo regresara.

Total que nos dirigíamos a un hotel de unos italianos, cundo apenas cruzamos la calle…

Serafín. 
Nos topamos cara a cara con Serafín y su esposa.

Yo primera vez que los veía, pero Robín los conocía y le pregunto que si podía llevarme a Wairamorena, pues ese era su destino. Además, me dijo Robín que allá había una iglesia evangélica.

Serafín asintió de buen talante y solo me dijo que íbamos a llegar tarde, pues íbamos muy cargados.

Al poco rato partíamos;  Robín pasó a despedirse y Joseito, un niño Warao nos dijo adiós.

Y zarpamos rumbo a lo desconocido.
Yo nunca había estado por esos lares. Me impresiono en ímpetu del rio, y su belleza.
Había tanta paz, tanta quietud que me sentí reconfortado e inmensamente feliz.
Solo escucha el run run del motor, que resulto ser un sonido reconfortante, junto al sonar de las aguas desplazadas por el avance de la lancha.

Todo, en serena paz, y lo mejor para el final; el ocaso, el atardecer, una maravilla.
Tome fotos, las que pude, pero aunque son magnificas, no le hacen verdadera justicia al paisaje real, pero al menos, dan una idea de lo que nos espera.

Todo muy bello.
Yo, con tanta frescura y lozanía. Rodeado de tanta hermosura sentí una experiencia mística que me hizo ser mejor y sentirme más bien aun, que nunca.
Me dije: “El cielo, se debe parecer mucho a esto.”
 
Otra cosa;

Un dato muy importante es, que al atardecer salen muchos insectos voladores y como la lancha va a todo pedal (a toda velocidad), pues imprescindible ir con la boca cerrada y asi evitar encuentros cercanos con bichos voladores… je!!

Y sin mayores contratiempos, a eso de las 7 pm (19 hs.), atracamos en Wuinamorena.

Wuinamorena la capital mundial del amor...

Al llegar, luego de desembarcar, Serafín hablo algo en su idioma con otra persona y esta me llevo a un palafito, donde se cocinaba un sancocho. 

Para ese entonces había gas, pero luego del sancocho se acabó y luego de este siguieron cocinando con leña. 

En el ínterin, nuestro amigo cocino unas arepas pero de harina de trigo, frito un pescado y me las dio. 

Yo hice gala de buen gourmet  y sin prisa pero sin pausa, me lo devore todito. Dándole las gracias posteriormente y diciéndole que estaba muy bueno. 

Nuestro amigo y cocinero, resulto ser Dani. 

Dani es Guía de La Selva, de esta selva pluvial y guía de los buenos, tanto que yo sin exagerar me atrevo a decir que es el mejor. 

Y hay que ser un excelente guía, para conocerse todos los caños e islas de este laberinto que es el Delta del Orinoco. 

Como no tenía donde llegar, el me albergo en su caney, un palafito. Ahí colgué mi chinchorro (hamaca) y pase la noche, pues estaba, cansado. 

Hablamos muy poco ese día, pero le dije quien era y de donde venia yo. 

Wuinamorena es una comunidad Warao más bien grande, en comparación con las demás. 

Esta clavada en la rivera del Caño Manamo, que es el brazo más ancho del Delta del Orinoco. Las casas son todas palafitos, ósea que son estacas insertadas en el fondo fangoso de la orilla en el frente, y por la retaguardia, suelen dar a un terreno más alto y seco en la parte de atrás de las viviendas. 

El techo, usualmente y en su mayoría es de hojas de palma moriche y no tiene paredes de ningún tipo. 

Se duerme en hamaca y el palafito de enfrente, es salón, cocina, cuarto de invitados, o sea multiuso. Esta se comunica con dos tablas que hacen de pasarela, y por supuesto sin barandas. Una de ellas da al frente, donde esta un entarimado de tablas y largo que va surcando la rivera del caño e interconecta todas las viviendas. 

La otra, comunica con uno o dos bohíos donde duerme la familia. 

Por lo general, no hace frio ni de madrugada y más bien la brisa dispersa la plaga, aunque fui afortunado, porque mientras estuve ahí, no la había. Quizás, estarían de vacaciones decembrinas. 

Como les iba diciendo, el caserío lo forma una tarima de madera que va de de punta a punta, por unos 200 metros a la que se conectan todas las viviendas, incluso a través de una pasarela también de madera y lateral, se llega a la escuela que es un palafito también, pero el más grande de todos. Igualmente, por una pasarela algo más corta y paralela a la de la escuela, se va a la iglesia evangélica Warao. 

No hay dispensario mecido, ni ambulatorio, y menos un hospital, o al menos permanente. Vi un local que me pareció que tenía un mueble como las camillas de las enfermerías y un trípode, parecido o igual pero viejo, de los que se usan para colgar las bolsas de suero. 

Esto me hizo pensar que una vez hubo al menos servicio médico o al menos un lugar donde ser atendido. 

Hay un enfermero, que es el pastor de la iglesia evangélica y es muy buena persona, pero luego nos toca hablar de él. 

Resta decir que los amaneceres son todo un espectáculo, de color y sonidos. Pues el graznido de las bandadas de loros y guacamayas, que a demás de su cacofónico alboroto, el color de su plumaje, junto al del rojo intenso de las parvadas de corocoras deja impresionado a cualquiera. 

Y no puede faltar el aullido de los araguatos, precisamente conocidos fuera del país como los monos aulladores, que si no es muy armonioso, dan el toque que faltaba, para completar este ambiente de selva. Porque el delta así como es agua, es selva. 

Con decirles que no ha habido pincel del más diestro maestro que calque unos colores tan vivos y exóticos como los que yo vi. Incluso, a veces divagaba y creía que aun seguía en el chinchorro soñando. Hay que verlo, las palabras no alcanzan. 

Así en la medida que aclaraba el día  fui conociendo a la mayoría de los lugareños. 
Uno me señalaba y montón de pescado y me decía, cuando necesite coja. 

Otro llevaba a una canasta con fruto del moriche para animarme a que lo probara. Otro a una con ocumo y uno más aun pescado salado. 

La olla de sancocho estaba a la disposición del que quisiera comer algo. 

Fueron muy amables con migo y yo les retribuí cortésmente de la mejor manera. Como se lo merecían. 

Así íbamos, habla aquí, habla allá; una historia hilarante, una ocurrencia graciosa, algún recuerdo edificante, historias y más historias. Hasta que llego Jesús. 

Jesús. 

Jesús es un personaje dentro de la comunidad, pertenece a la junta comunal y es uno de los que se preocupa por la armonía de todos. 

En las etnias prehispanicas, se debe mantener ante todo la unión y evitar todo tipo de altercado. Esas es una de las razones por la que son tan cuidadosos en los tratos con los demás, y otra causa debe ser que seguramente la pérdida de la paciencia y el decoro, aun en las condiciones más adversas, lo han de considerar como una muestra de inmadurez. 

Esto suele ser así en los pueblos que no han sufrido una evolución moderna y “civilizadora”, porque ya lo decían los vikingos: “La moderación y la cortesía, son las virtudes de un guerrero.” 

Claro que esto último lo sé, porque lo leí, yo no estaba ahí cuando eso. 

En resumen que el Jesús, resulto ser alto pana conmigo y nos llevamos bien. Él me lleva tres años de edad, pero yo parezco mucho más viejo. 

Cosa que me tiene sin cuidado, pues como yo siempre digo: Yo no estoy viejo, lo que estoy es usado. Y no es tanto el uso, sino el abuso, total que ahí vamos y pa´ lante

Al rato de conocernos, me paso buscando para ir a visitar otra comunidad Warao que estaba como a una hora en lancha. 

Allí cuando llegamos me puse a sacar varias fotos, pues llegaba una "bejucha" con una buena carga de ocumo. 

El ocumo es el pan del Warao. 

Hay ocumo blanco y ocumo amarillo. El de esa zona es el blanco y le copiaron del criollo el nombre, porque le dicen ocumo chino, pero de chino solo tendrá el nombre. 

Pues el ocumo y otros tubérculos, como la papa (patata), la yuca (mandioca), el ñame, la batata y otros más, son endémicos del Nuevo Mundo. 

Se da entre los pantanales, en un suelo inundado, donde no crece la yuca, e incluso los plátanos que son tan versátiles, solo se dan en tierras más altas. 

Pero en ese ambiente anfibio, solo se da el ocumo; “El pan de warao” y la palma moriche, que yo la llamo la vaca del warao, porque da frutos del que se saca un jugo muy sabroso y proteínico, de sus raíces se extrae almidón, rico en carbohidratos, con sus hojas se hacen los techos de sus casas, y antes del comercio con el criollo, se hacían fibras para vestido y para chinchorros. Además, sus troncos se siguen usando para construir palafitos y muelles. 

Como si esto fuera poco, da el famoso gusano del moriche, regordetes y full de proteínas. 

Los gusanos del Moriche.
Esto, con la abundancia de peces, contribuyó, a que el Warao no padeciera hambrunas, cuando muchas veces el país entero era asolado por una de ellas. 

También es bueno acotar que, el Warao guarda tradiciones ancestrales de mucho antes de que Colon pensara en nacer e incluso antes de que el primer danés pusiera vela para Groenlandia. 

Por esto siempre habrá un espacio un espacio personal de ellos al cual no se debe pasar, o al menos sin su consentimiento. 

Uno más inmediato para la visual y bastante practico por el ambiente blando y húmedo que habitan es andar descalzos; otro es sentarse en el suelo (muy práctico también), por eso no se extrañe que lo inviten a tomar esa posición, que es un signo de complacencia y de que ha sido aceptado en el grupo, al menos como orador. 

El warao es conversador, le gusta compartir y dialogar. Por lo general la mujer de la comunidad habla warao, y son sus maridos los que les cuentan las conversaciones, o sea que, viene uno a ser tema de distracción en las tardes de los waraos. 

El warao es alegre y “reilón” cuando entra en confianza, y es poeta: “si tú no me quieres, soy canoa solitaria que lleva el río a los remolinos…”
  
Eso sí, cuando no te conoce es muy serio y distante, quizás por precaución. 

Se ponen muy serios y formales a la hora de tomarles una foto, por eso, ya cuando tenía su confianza y su permiso, les tomaba fotos casuales que luego eran la diversión de todos. 

En esta comunidad, la pasamos muy bien, en parte gracias a Jesús, quien fue quien tuvo la iniciativa de llevarme, luego al partir, y si entendí bien el poco warao que había aprendido en la mañana, me dijeron que regresara y si es así, me siento altamente honrado. 

De regreso, tome unos videítos con la cámara de fotos, y junto a un adelanto del paseo de el siguiente día, se los voy a poner en el siguiente capítulo. No se lo pierdan. 

Llegamos al malecón de Wuinamorena como a media tarde. Unos amigos me mostraron el fruto del moriche, es rojo, redondo, un poco menor que una bola de billar, con una piel relativamente fácil de sacar con la uñas y una pulpa amarillo opaco. Su sabor es especial, no sabría con que compararlo. Tiene un puntico acido, pero es muy apetecible y lo que me resulto curioso, es que hacen una bebida, disolviendo la pulpa en agua y es muy alimenticia, pues se moja con arepa y le quita en hambre a cualquiera. 

También la semilla, “La pepa” del fruto del moriche es grande, ocupando las dos terceras partes del total del fruto. 

Otra cosa que me llamo la atención, es que siendo Venezuela un país que ha guardado con celo el consumo de la tradicional arepa de maíz, ellos la hacen con harina de trigo que compran en los mercados de Tucupita o Pedernales. 

Luego, aun yo sin preguntar, me dijeron porqué. 

Total, que yo estaba saboreando el sabroso guarapo de moriche, donde ocasionalmente mojaba mi arepa de trigo; cuando llego David y me quiso presentar al pastor de la comunidad. 

Germán.   
Iba de paso Germán, él iba a atender un paciente y yo luego de saludarle, le  acompañe a donde tenía que ir, que resulto ser al extremo del entarimado, justo donde empieza, si tomamos en cuenta el lugar por donde uno viene de Tucupita. 

Una señora warao, se había quemado una de sus piernas y parte de un brazo, cuando fue a prender algo de leña. 

El pastor Germán funge como les dije también como enfermero de la comunidad y por lo que parece un poco escaso de medicinas, de modo y manera que trabajara como decimos en criollo: con las uñas, pero con mucho amor y devoción. 

Me callo de perlas Germán, me despedí que dé en visitarlos en su culto al día siguiente que era domingo y mi cumpleaños, de paso. 

Regrese a la casa de David, para comenzar un paseo al otro extremo del rancherío. 
Todo es de tablas, algunas algo flojas, otras no. Un animalito que seguía una niña warao, como si fuera un gatico o un cachorro de perro, resulto se un bebe de báquiro, que siguiendo a la infante, entro en una de las viviendas. 

Había cacas de lado y lado. El mobiliario era semejante; algunas hamacas colgadas y un fogón para cocinar, lo básico. 

Curiosamente, les habían donado unos equipos de sonido de cornetas grandes que emitían sonidos un poco locos, de canciones, también un poco locas y televisores, aun cuando no llega señal ni para los teléfonos celulares (móviles). 

Tienen una buen planta de electricidad y con luz hasta las 12 pm (24 hs). También recibieron lavadoras y aunque no sé en qué condiciones económicas, motores nuevos fuera de borda de 40 caballos de fuerza y están muchos de ellos, como niño con bicicleta nueva, por lo que disfrute de muchos paseos, gracias a este detalle. 

Continuando el paseo, y a mi derecha estaban, el local evangélico y un poco mas allá la escuela, como les había dicho anteriormente, pero casi en frente, una hermana evangélica que bañaba a su avispada (vivaracha) nieta. 

Conversamos un rato, para luego seguir mi caminar sin apuro, y hasta el final del camino de tablas. 

De regreso ya anochecía, busque una oportunidad para estar a solas con David y manifestar mi agradecimiento con un pequeño aporte. 

Me dijo que podía acompañarlo a Pedernales, pues debía buscar hielo para llevarlo a varias comunidades que vivían de la pesca. 

Solo que le dije que había quedado con Germán para el domingo, y me dijo que podía ir a la noche allá. 
  
Me pareció magnifico, me emocione tanto, que me desperté muy temprano y no hubo manera de dormirme después, solo de pensar en ello. 

El mejor cumpleaños de toda mi vida... 

Nos despertamos muy de mañana, aun oscuro. 

Dani quedo cocinando unas arepas de trigo y yo salí a tomar unas fotos del amanecer. Abordamos la lancha y zarpamos rumbo a Pedernales. 

El ancho caño, es lindísimo en esas horas, cuando el sol ha salido, pero no es aun tan intenso que nos fatiga. 

Hicimos escala en Jana Kawja, para comprar gasolina. Jana Kawja es otra comunidad del caño. 

 Luego vino lo mejor; una acrobacia aérea de centenares de corocoras, que se desplazaban por el aire, de lado al lado del caño, y a veces a ras del agua; Haciendo un verdadero valed aéreo, como si siguieran las melodías de algún vals de Strauss o alguna sinfonía de Mozart o Beethoven. 

Una maravilla, un verdadero banquete visual, una corografía tipo “El Lago de Los cisnes” pero aérea, suspendida en el aire. 

Yo quede total mente anonadado y aun con el riesgo de sufrir un percance, me quede con la boca abierta. 

Hasta seria por eso que aun cuando la primera palabra que aprendí del idioma warao fue NAJORO (comida), y a pesar de haber salido en ayunas, no me dio hambre en toda la mañana. Y conste que; que haya una cosa, que a mí me distraiga el apetito, tiene que ser algo sensacional. 

Continuamos navegando, entre aguas y selva. Una brisa grata nos arropaba, y un silencio sacro nos cobijo, solo el ronroneo de el motor de 40 caballos cercenaba en parte este silencio ancestral.

Pero a mí, ese repiqueteo hipnótico, se me antojaba como el gemir de un coro de rezanderos.

Había una presencia angelical en el ambiente; agua, cielo y nosotros en el medio, solos; como fue la humanidad hace milenios. Yo recién llegado de una ciudad colapsada y caótica, me pareció todo esto y otra vez como el primer día; una experiencia religiosa, como he escuchado en una canción de moda.

Así, surcando el agua. Acompañados por figuras angelicales, formadas por las nubes y yo, dentro de mí; Impresionado y con el corazón como una bola de papel arrugado, no sentí el tiempo, las horas, los minutos, ese persistente tirano que nos esclaviza en las ciudades: el afán, el desespero, y mandando todo mi presente y mi futuro inmediato a freír monos (es una expresión), me dedique el resto del tiempo a vacilarme el paisaje y las corocoras, a escuchar distraído los lejanos aullidos de los araguatos, a no pensar en nada y a no buscar ningún interés inmediato, o sea, me dedique a vivir, hasta llegar a Pedernales.

Pedernales es un pueblo algo grande, o una ciudad demasiado chiquita. Yo no lo conocía, y para quien vivimos en Venezuela, es prácticamente desconocido.

Incluso, aquellos como yo, que le ponemos interés al mapa del país, nos parece como un lugar del extranjero.

En sí, no está mal.

Tiene sus calles asfaltadas y limpias. Hay luz y servicios, pero para ser un centro petrolero, quizás uno debería esperar algo más amplio. Aunque quizás debí visitarlo en las noches, que deben de ser bastante movidas, por los bares que vi, casi uno por esquina.

La plaza sencilla, con un busto del Libertador en el centro y unos murales sobre relieve y policromados al fondo, representando fauna local, estilo de vida local, una alegoría de la fusión de las tres razas y un ocaso, un atardecer warao.

Hay bancos de cementos incorporados a la arquitectura y es un espacio aseado.

Existe la construcción típica y emblemática de todo latino América, una iglesia católica, con su campanario y azul en esta versión, y también vi una iglesia evangélica.

El malecón, está ocupado por llegaderos de lanchas, suministros, combustible, almacenes, comercios, bares, frigoríficos y demás enseres relacionados.

Es el lugar más concurrido de Pedernales.

Por cierto que el agua donde navegábamos ya era salada y en lugar de ver corocoras, veíamos pelicanos, aquí y allá. Práctica mente hombro con hombro con los que operan las lanchas.

Por cierto cuando salimos tres de ellos, sin motivo aparente, volaban tras una lancha que llevaba un muchacho. Pienso que lo hacían por mera diversión, o porque se habían hecho amigos de lanchero, o quizás era esa nave, donde los avechuchos se paraban a reposar.
 
Pero antes de salir, compramos cebolla, un frasco de mayonesa y también un refresco; mi amigo David, dijo: “voy buscar el hielo”, yo pensé que era muy considerado de su parte, preocuparse por ir a traer hielo para el refresco, aun cuando el refresco  en si estaba frio.
Entonces le dije mientras se alejaba David: “Pídeles un par de vasitos”

Me refería a esos vasos desechables de plástico, pero me dio la impresión, que mi amigo no me entendió, y claro, todo se develo cuando llegue a la lancha. En ella había aproximadamente… ¡40 Kilos de hielo!, pues yo citadino, me olvide que David vino a buscar hielo para llevarle a los que pescan en las islas, para mantener su pescado fresco.
 
Luego de embarcada nuestra gélida carga, partimos a las islas.
 
Dejamos atrás el agua salada y regresamos al paraíso vegetal de agua dulce otra vez. Es curioso ver en el camino, como las corocoras compartían las ramas del mangle, con los pelicanos; dos especies de aves tan disimiles, una de mar adentro y la otra de la profunda selva.
 
Tomamos rumbo, por detrás de una de las mayores islas del conjunto fluvial, una de las que presenta barrera ante el mar salado. Aquí por donde pasamos hay una gran extensión de agua, como un inmenso lago interno, y ya hacía rato que el agua había dejado de ser salada.

Navega y navega por aguas calmas, pareciera que despreocupados y sin rumbo fijo, quizás pensando que era algo así como Ton Sawyer y Huckleberry Finn,  los personajes de Mark Twain, pero no;  llevábamos un derrotero y más pronto que tarde, llegamos a ese destino.

Entretanto, hicimos escala para comer.

Había un caney, un palafito solitario y deshabitado, pero que no estaba ahí por casualidad o por abandono, sino todo lo contrario; había sido instalado muy a propósito como refugio para los lancheros. De manera que a la hora de un fuerte aguacero y de un torrencial flujo y reflujo de las aguas, tuvieran donde guarecerse y de paso, donde salvar el pellejo.

Ahí, comimos. David se esmeró y preparo el atún con cebolla y mayonesa, para acompañar a las arepas de trigo, que había asado con anterioridad.

Mientras comimos, conversamos y él me dijo: “Estas arepas uno las come y no da hambre el resto del día.”

Verdaderamente que tiene razón, las arepas que ellos hacen, lo taquean a uno, hasta la noche.Después seguimos…
 
Buka Janeira, es el nombre de la comunidad donde primeramente tocamos tierra esta vez. Para ser relativamente remota, está bastante habitado, sobre todo por niños, como en casi todos las comunidades del delta.

Se dedican a la pesca y depositaron parte del hielo, en neveras ya no funcionales, que usan como cavas de refrigeración.

Ya tenían el fogón armado cuando llegamos y cocinaban con leña, como es lo usual por estos lares. Hay quien dice que la comida cocinada con leña, sabe mejor. Y  saben qué... estoy pensando que así es.

Bueno, mi amigo parloteo con sus coterráneos los términos comerciales, supongo; porque hablaron en warao y yo me la pase como un turista japonés en un parque temático, o sea ametrallando a discreción con mi cámara de fotos a todo lo que estuviera cerca.
 
Después nos fuimos para continuar el periplo por otras islas.
 
Así dando bandazos contra las aguas, a veces quietas, a veces no, llegamos a una comunidad llamada  Makoro.
 
Antes de desembarcar había un enjambre de niños curiosos, esperando nuestro arribo. Yo tenía mucho tiempo que no estaba como tripulación de ninguna nave y menos así, al estilo warao, de  modo que aquí con mas exactitud, cuando quise bajarme me di cuenta  de esa metáfora que la vida tiene y en la cual nos pasamos la mayor parte de  muestras existencia, y es estar con un pie en tierra y el otro en la lancha y haciendo maromas, para no perder el equilibrio y caerse uno al agua.

Y me vino a la memoria esa pregunta jocosa de alguien que me dijo así; “¿Qué hizo Colon después de poner un pie en tierra?”, le dije:” No sé”. A lo cual él me respondió: “Pues poner el otro, porque si no se cae.”

Así que yo hice lo mismo que Colon hizo hace más de quinientos años, puse los dos pies en tierra, para tranquilidad y seguridad mía.
 
Los adultos siempre respetuosos y reservados, los niños curiosos. Dani se puso a hablar con ellos en su idioma y yo me dedique a sacar foto, primero de unos loros domésticos y al rato como vi que no le molestaba a nadie, comencé a sacarles fotos a los niños, que se deleitaban, cuando les enseñaba las imágenes, incluso la señora de mayor edad poso desde su hamaca, rodeada de nietos y quedo muy complacida.
 
Uno de los niños, que era cargado por los demás, se encariño con migo e hizo que lo cargara el resto del tiempo, hasta que en una de esas se decido por las niñas que anteriormente lo tenían y pude seguir sacando fotos.
 
Había un pájaro muy negro, azabache y no del todo adulto, que revoleteaba curioso frente al lente de la cámara y casi que no me dejaba filmar una curiosidad que estaba dentro de una olla plana, en el piso del caney. Esto eran una media docena de gusanos del moriche, vivitos y coleando, que sin saberlo, estaban esperando ser degustados por las personas presente, exceptuándome a mí.
 
Me han dicho que son riquísimos y muy nutritivos, pero yo voy a tener que irme entrenando en consecutivas idas, hasta que me atreva a tragarme el primero. Digo yo…

Hay un video de los gusanos del moriche que les presente en al capítulo anterior, que corresponde a este episodio.
 
Y bien, al rato partimos a continuar nuestro derrotero, visitamos otras comunidades, pero de forma breve y terminamos regresando a la primera comunidad visitada, por lo que opino que seguramente es la que está en la entrad de ese caño.
 
Buka Janeira, esta vez estaba de fiesta, los niños estaban alborotados, y salieron todo al vernos llegar. Algunas niñas, siempre más coquetas se vistieron con sus ropas más limpias y llamativas, para salir en la foto y yo di gracias que la batería era de larga duración, porque tuve que retratarlos a toditos, para que se sintieran bien.
 
Luego de que mi amigo, recogió algunos recados y encargos, nos fuimos. Esta vez vimos la lancha de esta comunidad accidentada en mitad del rio y nos acercamos, aun cuando lo único que tenían era que al motor le había entrado agua, pero al ratico de estar nosotros ahí, arranco.
 
Como quien va descosiendo, nos regresamos por donde mismo, con la salvedad que esta vez cortamos camino por un pequeño canal interno dentro de una de las islas.
 
Este canal es tan estrecho, que hay lugares donde se pude cruzar de un salto, aun cuando el agua no está al ras del suelo, sino más abajo y separado por un barranco, pero no muy alto.
 
Igual, había lugares donde era dificultoso pasar, no solo por lo angosto, sino también porque el nivel del agua es muy bajo en diversos lugares y para aumentar la tensión, hay vegetación caída a mansalva y se tiene que ser muy buen lanchero y conocer explícitamente por done pasar, para no naufragar.
 
 Tiene robustos arboles caídos a diestra y siniestra, por debajo del agua, justo por donde pasa la hélice y por arriba, por donde pasa la cabeza de uno, de modo que hay veces que se tiene que acostar por debajo de la línea del motor.
 
Yo solo había visto estos escenarios en los reportajes de la Guerra de Viet Nam en del Delta del Mekong o en los documentales del Delta del Okavango, pensé que solo salían en el cine.
 
Esto es deporte extremo, al que yo no le había demostrado el interés que se merece, pues al final, resulta divertido.
 
Aquí también saque un videíto, que se lo voy a poner. 

Los Lancheros del Delta 

Luego al final de este zigzagueante conducto hídrico, llegamos a un remanso de paz de ensueño,   a una apacible laguna de aguas cristalinas y de una frescura indescriptible, en medio del sofocante sol que me curtía la piel.
 
Se apreciaba un aroma que yo jamás en mi vida lo había olido. Este olor no se parece a nada de lo que yo había conocido, y no sé cómo explicarlo, pero era tenue, no intenso.

En la medida que nos fuimos alejando se fue diluyendo, hasta solo quedar un leve recuerdo que aún persiste en mí, a veces.
 
Luego de salir de ese bosque fluvial, el sol nos curtió de nuevo. Implacable, pero Dani, le dio gusto al brazo y acelero a alta velocidad, yendo la humilde  bajucha a todo tren y hasta donde la prudencia de un avezado piloto lo permitió.
 
Hábilmente mi amigo patroneaba la nave, buscando las vías más seguras y evitando las ondas producidas por otras lanchas que ocasionalmente se nos ponían a la vista.
 
Y así lancha tras lancha, que se nos ponía en al visual las íbamos pasando, a una velocidad de vértigo y con la adrenalina a mil por hora.
 
Había baches, unos por causa del viento y otros por el oleaje de otras lanchas, saltaba nuestra bajucha en ellas, para luego caer como nalgada en el agua de nuevo.
 
Claro que el impacto físico era tremendo, y yo me invente una, así iba arrodillado en la lancha y mis brazos uno a cada lado del bote, haciendo de resorte y amortiguando el platanazo contra el agua.
 
Ahí íbamos, como un par de criaturitas, como un par de chavales de barrio con carrucha nueva a todo dar, alegres y libres como el viento… guau!! Todos los días deberían ser así ¡¡Que chévere!!
 
 Ya con las últimas luces del ocaso, llegamos a puerto seguro.
 
Encontramos algo que comer, que nos tenían guardado y comentábamos como un par de chiquillo la travesía de regreso a Wuinamorena.
 
En eso estaba, cuando Dani me recordó que la había prometido Germán visitarlo en su congregación, así que deje la cámara de fotos cargando y fui para el local evangélico.
 
Ellos se alegraron mucho cuando me vieron y di disculpas por mi facha, que parecía la de un naufrago, pues son tuve tiempo ni de cambiarme y arreglarme un poco.
 
Esto lo hice, cuando me pasaron a dar un saludo a la membrecía y aproveche para contarles la anécdota del hielo en Pedernales, lo que celebraron alegremente con migo.
 
Después ellos iban a comenzar sus canticos en idioma warao y yo pedí permiso para ir a buscar la cámara. Esta ya se había cargado y David la guardo, él estaba rendido y medio dormido cuando llegue a preguntarle, de lo cansado seguramente. Pero yo la encontré, y  regrese y pude grabar alguito, pero con lo cansado que yo estaba por el maratón que habíamos tenido, no filme todo como me hubiera gustado, pero si lo suficiente para darles una idea y para eso, colgué un video. Puedes buscarlo en "Wuinamorena, Iglesia evangélica warao."
 
Se me olvidaba decirles, que ese día cumplía yo 61 años, y fue el mejor cumpleaños de toda mi vid. ¡Qué fino!

El regreso... Tucupita, San Felix y Barrancas de Monagas ç

En las comunidades, y en las casas de los warao, por lo general hay alguna mascota de pichones o cachorros que al quedarse sin madres, son cuidados por los waraos y se quedan como uno más de la familia. 

Cuando llegue vi una paloma casera, como las hay por centenares en plazas y parques de las ciudades y aun cuando me sorprendió encontrar un animal de ciudad en mitad de la selva, no despertó el ave en sí, curiosidad en mí, pues ya las había visto siempre por todos lados. 
  
Quizás fuera mi indiferencia lo que la ofendió, pues esa madrugada, mientras yo guardaba mis parcas posesiones en mi mochila, ella demostró su aversión, propinando certeros picotazos al dedo gordo de mi pie. 
  
Había amanecido y ese día, el de Enero 7 yo me disponía a regresar al mundo civilizado, je, je… 

No voy a ponerme a contarles la parte emotiva, pues prefiero que ustedes se hagan su propia idea. 
  
Me pare muy temprano y es que me habían dicho que tomara “El Transporte”. Este hace la ruta de Pedernales a Tucupita, según me contaron. 
  
Por no saber, me fui, a donde hay un muelle de madera, no queriendo despertar a mi amigo. 

Era un muelle de tablas sobre horcones, o sea sobre pilotes de madera. 
  
Me recordaba los que avía visto en una serie de televisión llamada: “Aventureros del Mississippi” *, entre otras, porque aun no había amanecido del todo y las cosas se veían grisáceas, y la tv de aquellos años del episodio que les nombre, era en blanco y negro. 
  
La serie en cuestión, trataba de barcos de vapor, de esos de paletas, que aparecían en una curva del río haciendo sonar sus bocinas de modo impresionante. 

* " Hay que hacer memoria, pero hacia 1962 se emitió esta programa por Tv.  Darren McGavin (luego Kolchak) es el capitán del Barco Enterprise, que surca el rio Mississipi durante la década de 1840. Se enfrentaban con fugitivos, contrabandistas, apostadores ilegales, sin faltar una buena dosis de historias de amor. En la primera temporada (la serie tuvo 2) Burt Reynolds interpretaba al segundo de mando. "Tomado del block: “Encontrado en el archivo” 

Pues yo estaba en un muelle parecido y en una curva de río igualita, entonces mi imaginación, me jugo una de las suyas y ya lo venia venir, un barco inmenso, con sus ruedas de paletas, con dos chimeneas y a todo vapor haciendo sonar sus pitos de manera estruendosa, al dar la vuelta del rio y llegar al muelle. 
  
Solo que, me quede con las ganas, los tiempos cambian. Tome unas fotos del amanecer. 
  
No apareció nada y me regrese donde mi amigo, para conversar con él y pregúntale que había pasado, con el transporte. Charlamos un rato, pues me pareció entender que había varias posibilidades para irme, y no una sola como yo había creído. 
  
Mi afán era, más que nada porque, como no pensé quedarme tanto tiempo, ni llegar tan lejos, casi no me quedaba blanca, o sea; guitamuna o churupos y aun debía pagar mi pasaje a Caracas desde Tucupita, al menos. 
  
La conversación con Dani me tranquilizo y en eso estábamos cuando su esposa nombro algo en warao y mi amigo repitió, pero en castellano: ¡transporte! 
  
 Cogió mi amigo una camisa y salió al borde del palafito que estaba más adentrada en el rio e hizo señales con ella a una lancha que paso como una bala. El lanchero señalo hacia atrás, y a los minutos paso otra que afortunadamente tenía una vacante. 
  
Me despedí de mi amigo, le di las gracias y quede en averiguarle un par de cosas en Caracas. 

Luego si mas aborde ya a navegar de nuevo, esta vez con rumbo a Tucupita. 
Recorríamos el trayecto a la inversa por el Caño Manamo. 
  
En castellano, caño es canal y manamo en warao implica el número dos, quizás y digo yo, a la vez haga referencia a aquello que se duplica en tamaño, y debe ser que por eso le pusieron Manamo a ese caño, porque es el más largo y ancho del delta. 
  
Bueno, cuando regrese les voy a preguntar y les digo. 

Esta lancha si iba a millón, tenía dos motores fuera de borda, Yamaha Enduro, uno ponía 111 y el otro 100. Me pareció que era el objeto flotante más rápido del delta, pero me equivoque.

Oí un ronquido a lo lejos, y escuche cuando algunos de los pasajeros dijeron: “Ese el expreso”

En cuestión de minutos, nos alcanzo y nos paso, una lancha con las dimensiones de la me nosotros y a la velocidad del rayo se perdió de la vista. Esa “El Expreso”.
 
No le vi los motores, por que la cantidad de que desplazaba los ocultaba, pero debió llevar al menos tres de los grandes.
 
Llegamos relativamente rápido, en cuestión de un par de horas.
 
Arribamos a un  pequeño muelle, como para turistas y ahí había un terminalito de pasajeros que estaba cerrado.
 
Salte a tierra, o sea técnicamente desembarque y paralela a la rivera del río, hay una avenida larga y relativamente ancha que debe ser al principal o una de las principales vías urbanas de Tucupita.
 
Camine y orientándome por una cúpula de una iglesia, me fui a la derecha.
 
La cúpula es de un templo, dedicado al Sagrado Corazón, patrón de lugar. Al lado hay una panadería, como las de caracas, donde comí algo y luego de un par de fotos por el sito, seguí a La Plaza Bolívar, pero antes, quise ver La Catedral de Tucupita.
 
Hace muchos años, quise ir a esta ciudad y recordé alguien me hizo una reseña de este monumento. Ciertamente que es imponente, debe tener aproximadamente el tamaño de la Catedral de santa Teresa en Caracas, pero el impacto visual es mayor.
 
Ocupa todo la cuadra (el bloque), y en la esquina del frente hay una casa que debe ser de habitaciones y despachos relacionados, con la catedral.
 
Luego fi a la plaza. Los alrededores están ocupados por comercios, además de lugares done comer. La plaza en sí es grande, tiene una estatua ecuestre de Bolívar del tamaño de la que hay en Caracas.
 
Luego de una breve entrevista con Robín; él me mostro un carro de línea que normalmente cobra 3,50 bs. Aun  cuando todavía tenía la tarifa de los días festivos de fin de año; me cobro 5,00 bs. (Los taxis cobran fijo 15,00 bs.), y me dejo en la puerta del terminal de autobuses de Tucupita.
 
Pero pregunte y no había pasaje sino hasta el día siguiente.
 
También me entere de que había un carro de línea, que solo necesitaba un pasajero para ir a San Félix.
 
Yo había estado en otras ocasiones, la ultima por cierto en casa de un buen amigo mío que vive allá, tenía tres críos, y todos pequeños. Pensé que podía visitarlo y salir en la noche tara Caracas desde el terminal de autobuses de San Félix, que es más grande y más concurrido que el de Tucupita.
 
Lo que podía pasar seria que ellos estarían pasando las fiestas de fin de años, con la mama de su esposa, que es de Caracas.
 
Pero me arriesgue y salí para San Félix.
 
Además,  quería de ser posible, ver el nuevo puente sobre el Orinoco, el segundo sobre ese río tan inmenso.
 
Tomamos rumbo y en un par de horas, llegamos a Barrancas de Monagas, de donde se pasa en chalana, que es como aquí le decimos a los transbordadores que cruzan los ríos, pero estaba colapsado y las colas (filas) eran muy largas.
 
 El chofer lo pensó mejor y se decidió a regresarse un poco para tomar por el nuevo puente transorinoco, y chévere pa´ mí, porque así si lo vi.
 
Es un puente inmenso, muy bien hecho, sujeto con tirantes (guayas) de acero, que se sujetan a dos pilares muy altos y muy robustos.
 
Así, saliendo del puente llegamos a Puerto Ordaz, que en conjunto con San Félix, forman Ciudad Guayana.
 
Les cuento;  Las ciudades y pueblos, en su mayoría del interior del país, sobre todo del centro y la parte del sur, fue fundada por misioneros capuchinos de diversas organizaciones católicas por los tiempos de la colonia. Así fue fumada San Félix, que quedo dormitando en el tiempo, hasta mediados del pasado siglo XX.
 
Para esa época, se crearon varias empresas estales, encaminadas al desarrollo industrial de Guayana, crear un ambiente propicio para la inversión y el flujo de empresas extranjeras.
 
Dado que San Félix, les quedo pequeño para la cantidad de personas que llegaron del resto del país y que vinieron del extranjero; construyeron al lado oeste del Río Caroní, justo en frente de San Félix.
 
O sea que Puerto Ordaz comenzó a siendo un barrio residencial de San Félix. Curiosamente creció mucho en pocas décadas, alcanzando y hay quien dice, superando a la ciudad piloto, que se veían como dos ciudades paralelas.
 
Al comienzo, hace muchos años, había un solo puente que las unía y era un calvario en las horas pico. Luego se han construido más puentes y el flujo de carros va bien.
 
En Puerto Ordaz esta en Parque Cachamai, que además, tiene unas caídas de agua que son bellas e impresionantes, es imprescindible verlas.
 
El majestuoso Río Caroní, bien impetuoso desde la selva, pasando por los lados del Salto Ángel, para desembocar en el Orinoco, frente a la unidad administrativa de San Félix y Puerto Ordaz, que se llama ahora y desde hace años Ciudad Guayana.
 
Porque cuando usted oye de Ciudad Guayana, es correcto y es como se conoce oficialmente a fusión de San Félix y Puerto Ordaz.
 
Aunque los de San Félix, siguen llamando San Félix a San Félix y Puerto Ordaz a Puerto Ordaz, será, quizás, porque me parece que no les preguntaron a la hora de hacer el cambio de nombre.

Y bueno. Esa tarde a buena hora, aun de día y como a media tarde, llegamos al terminal de autobuses de San Félix, y donde pregunte, y tampoco había pasaje para esa noche para Caracas.
 
Así que: fui a casa de mis amigos, que como temía, estaban ausentes por haber ido a Caracas.
 
Total que me fui hasta donde salen las chalanas a sacar una fotos.
 
Entretanto, vi una falca que hacia el tráfico de pasajeros y como cobraba poquito, me monte y llegue a la otra orilla; a Barrancas de Monagas.
 
Está al frente, del otro lado del rio y es un pueblo pequeño, pero de donde salen carros para el sur del estado y aun llegan a Maturín.
 
Hay unos caneyes donde cuelgan hamacas, las etnias autóctonas locales y varios sitios donde comprar comida y enseres, así como adonde comer.
 
Me pase el rato viendo llegar y salir chalanas, hasta que me fui en la última, ya de regreso.
Al arribar, fui a la plaza Bolívar de San Félix done hay una estatua pedestre del Libertador  y de donde se ve un hermoso atardecer, frente a la unión de dos ríos muy caudaloso y que corren paralelos hasta bien lejos de su unión, que son el Orinoco y el Caroní.
 
San Félix, es una ciudad con mucho comercio. Es amplia, espaciosa y limpia. Pero como todas las ciudades de esa región, es calurosa en el día, mas las tardes son suaves y frescas.
 
Tome una camionetica al terminal de pasajeros. Y como estaba una chica con la que había hablado en la mañana, me dijo que quedaba un puesto para Caracas, pero que no lo podían dar con descuento.
 
 Dadas las circunstancias, me pareció bien, lo compre y al otro día de mañana, llegue a Caracas.