Quién carrizos iba a pensar en aquella época donde nada nos faltaba,
que este jueguito tan infantil y tan inocente algún día se convertiría
en realidad.
La gran diferencia es que en antaño las cosquillas
las hacían nuestros padres, tíos, abuelos y hermanos y nos hacían
felices; ahora nos meten la mano, no en las axilas, sino en la cartera,
para convertir nuestros bolívares en míseros billetes con los cuales ya
nada se puede comprar y que de seguir con esta horrenda y premeditada
devaluación terminaremos llevándolos en carretilla cuando vayamos a
comprar la comida al abasto, no de la quincena o de la semana, sino la
del día; y ya eso es mucho decir.
Esta gracia la realiza el “big
brother”, es decir, el Gobierno -según Orson Wells-, quien tiene las
narices metidas en todo, pero que, al ocuparse tanto de “la vida de los
otros”, termina por no enterarse a tiempo de que un vecino pequeño, pero
muy avispado y asesorado tras barbas, se mete en nuestro territorio, da
permisos para explotación de nuestro petróleo y otros minerales
estratégicos.
Tampoco, ocupados como están en hacer maromas para
que el tiempo se alargue y los hermanitos Castro puedan realizar su
capitulación ante occidente sin problemas, les preocupa la situación del
pueblo venezolano, cada día más cerca de la hambruna, que tantos
economistas han predicho.
Este gobiernucho está mal, muy mal. Es
más que evidente su incapacidad para salir del atolladero en el que
ellos mismos se han metido, con una ceguera y una terquedad suicidas.
Lo
malo es que viéndose perdidos, son incapaces de rectificar, de dar un
giro. No tienen valor para ello, y han llegado muy lejos en su culto a
Chávez. Insisten en su política de arrase total.
Actúan siguiendo
el verso popular: Que se venga el mundo abajo / que se convierta en
abismo / a mí me importa muy poco / a mí me importa lo mismo.
Lo
importante para ellos es mantener el poder aun cuando Venezuela se
convierta en cenizas. Lo malo de todo es que el cartón de huevos ya se
vende en algunos sitios a Bs 700, y sube; la carne a 1.300, y la
inflación vigoriza al dólar y pone raquítico al bolívar.
Yo, la
verdad, no sé de agujas porque María es la que cose, pero sí sé que
cuando el estómago relincha es porque ya está pegado al espinazo...
No existe distracción que valga. Aquí no se come carne, pero en Miraflores y otros sitios se come puro lomito.
La buena vida se nota, y ya la alta dirigencia chavista luce como una banda de buenos y acomodados burgueses.
Mientras, el pueblo, come carne importada que es puro pellejo.
El que tenga ojos que vea.