La peor consecuencia de mantener una mentira a través del tiempo es afrontar el casi siempre ineludible momento de la verdad, porque quien miente con premeditación nunca sale librado en los juicios de tiempo o razón. La sinceridad es la forma más fácil de relacionarnos pues no requiere esfuerzo alguno para permanecer incólume ante el tiempo y el propio olvido. Quien miente siempre está en la búsqueda de alegatos para sostener su engaño. Quien omite, pero no miente, nunca necesita de pretextos más allá de su propia verdad.