A diferencia de los políticos de
oficio, Pastor Maldonado se equivoca cuantas veces puede (o quiere). Sus
errores son financiados por la bondadosa chequera de Pdvsa.
Pastor
absorbió en un par de años más petrodólares que algunas entidades
federales de nuestra República. Sus divisas son preferenciales. A él
nadie se las niega, pero a las clínicas, laboratorios y farmacias, sí.
Mientras
terminábamos de almorzar, Tibisay Lucena apareció en televisión. La
memoria nacional guarda para ella un oscuro rincón en el que pocos se
encuentran.
En su introducción, aprovechó para subrayar la
imparcialidad del árbitro. Desconozco qué perseguía. Desde hace un par
de años ella sabe, al igual que nosotros, que el desprecio hacia el CNE
va en ascenso, aun cuando exista un importante 76% de mayores de edad
dispuestos a votar.
No dio
detalles sobre auditorías, depuración del Registro Electoral o abusos
del Ejecutivo en los eventos electorales. Apenas sus papeles le
recordaron que mencionara que esta vez los candidatos sólo tendrán
veinte días de campaña oficial.
La
presentación del calendario fue muy turbia. Trasnochada luego de tanta
falta de sueño de los titiriteros. “El CNE no trabaja bajo presión”.
Trascendió el descontento de las cúpulas del chavismo. No en balde unos
dirigentes y no todos se pronunciaron inmediatamente. Maduro hizo
catarsis en Cadena Nacional. Amenazó, anunció sangre, revueltas, muerte,
violencia. Se alejó de la noticia que daba el siempre leal CNE
“cooperante”.
La campaña del chavismo estará montada en
los inestables andamios del recuerdo de difunto. La fecha, por demás
emblemática para el oficialismo, rememora el ascenso al poder del hombre
que desmanteló el sistema político democrático.
El seis de
diciembre de 1998, Hugo Chávez triunfaba en las presidenciales
prometiendo un cambio radical y profundo. En su discurso dedicó gran
extensión a los pobres, los marginados, los nadies. 16 años después
vemos los resultados del proyecto.
Se transformó la estructura
del Estado, su funcionalidad y método. En el papel, el verso sostenía
que pasábamos de la representación a la participación (en realidad, de
la democracia a la autocracia).
La
“quinta república” fue un espejismo que la mayoría pobre, aplastada por
una crisis que el país creyó eterna e insoportable, compró sin
remiendos.
Ahora, con
una catástrofe infinitamente peor, los pobres, sector en el que se
incluye toda la nación pues sólo existe un pequeño grupo de
privilegiados amparados por el gobierno, tendrán la oportunidad de
arrancarle a la autocracia el Poder Legislativo para iniciar el
desmantelamiento del régimen más corrupto, mafioso y vergonzoso del que
se conserve registro en las páginas de nuestra historia.